Huir de la misión
Lo hacemos de dos maneras:
La primera es negarnos a ser claros y precisos sobre cuál es la misión. Evitando concretar lo que esperamos conseguir y para Quién. Siendo imprecisos sobre el éxito y (por tanto, sobre el fracaso).
Al fin y al cabo, si nadie sabe exactamente cuál es la misión, es difícil sentirse fracasado cuando no se tiene éxito.
La segunda es aún más insidiosa. Degradamos la urgencia de la misión. Nos volvemos difusos. Nos distraemos. Cualquier cosa para evitar plantar una bandera y decir: "Esto lo he hecho yo".
Es posible dedicar 7 horas y 52 minutos de una jornada de 8 horas a no hacer nada más que escondernos de la misión. Y es agotador.