Es el votante, estúpido
"Es la economía, estúpido" es una frase acuñada por James Carville en 1992. Carville fue uno de los estrategas de la campaña presidencial de Bill Clinton contra George H. W. Bush en 1992.
“Son las emociones, estúpido” es la réplica de Iván Redondo, asesor áulico de Pedro Sánchez, que convirtió el gobierno en una especie de bazar de la pornografía de los gestos.
No es la economía ni las emociones, las campañas electorales deben hacerse pensando en el votante.
La enorme diferencia entre una ideología de izquierdas y otra de derechas es el sentimiento de pertenencia.
Una persona de izquierdas se identifica con un colectivo: se siente más obrero, gay, socialista, gordo, etc… que individuo, o al menos se lo hacen sentir. El colectivo con el que se identifica es el que le da sentido.
Una persona de derechas valora primero su individualidad, su libertad y la de su familia, y luego la del colectivo o colectivos a los que pertezca.
Por eso es un error replicar las campañas de las izquierdas, en las que toman a sus votantes como colectivos y sobre todo publicitan sus siglas, hablan de su partido, de lo grande que es la persona “si vota a”. Y por extensión, al votante de izquierdas no le interesa “el comportamiento privado del candidato” sino que “está en el lado bueno”.
Un candidato que se dirija a un público conservador debe hablar de él, uno a uno, y sobre todo de los suyos. El patriotismo no es otra cosa que la idea de familia extendida. Por extensión, al votante de derechas no le interesa el partido, sino la coherencia interna del candidato y cómo sus acciones pueden traicionarle personalmente.
“Es el votante, estúpido”